Cuando el dolor aprieta, cuando te das cuenta que no puedes controlarlo todo porque esto se te escapa, cuando recurres a mil potingues para volver a un estado soportable, cuando el movimiento te limita, cuando te sientes impotente, cuando dependes de otros, cuando ves que los años hacen mella, cuando las crisis se repiten... te das cuenta que en el fondo, sólo somos carne y huesos. Que se deterioran, que con el tiempo se hacen viejos, que a veces no funcionan, que necesitan repararse pero tal vez sea demasiado complicado.... No es pesimismo, es realidad.
No somos tan importantes. Nuestra mente tal vez si. Pero nuestro "chasis" es como el de todo hijo de vecino: caduco. Algunos funcionan mejor, otros peor, pero todos acaban en el mismo estado: se estropean y llega un punto que no se pueden arreglar.
Cuando queremos controlar toda nuestra vida (algunas personas no tienen suficiente con eso que se dedican a controlar la del vecino...) y nuestro cuerpo funciona, no apreciamos esa situación. Es algo normal. Lo vivimos como tal y no reflexionamos. Pero cuando esta carroceria deja de funcionar correctamente, aunque nuestra mente sea la de siempre, se siente impotencia. Aunque también te hace tocar de pies a tierra: no somos más que seres vivos, racionales (siempre?) que están "por aqui" un tiempo, pero que dejaran de existir y vendran otros, y otros, y otros.... No nos creamos el centro del mundo. No nos creamos inmortales. Y por supuesto, no nos creamos mejores que los demás...
Reflexiones hechas desde el dolor, pero desde la total lucidez de mi cabecita.
2 comentarios:
Hola guapa!! yo después de lo vivido, y tan joven, se que no somos gran cosa, que somos muy vulnerables y que si no es por una cosa, será por otra, y nos tocará marchar ... que triste! pero mientras estamos disfrutaremos como mejor se pueda! Un beso, Montse.
Desde luego, guapa, tu mejor que nadie para hablar del tema... MOLTS ANIMS PER TOT ;-)
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