El buen rollo es difícil de
encontrar. Todos, o casi todos, vivimos
encorsetados en nuestra propia vida
tratando de ser felices pero mirando al de al lado para que no nos la de con
queso y esa felicidad se nos esfume entre los dedos y nos cueste cara.
Si es difícil sonreír sin motivo
alguno, más lo es reír a carcajada limpia.
El pasado sábado, estando de fin
de semana con mi amiga Gemma, volvíamos de una cenita deliciosa en Begur cuando
al llegar al hotel, nos sentamos cinco minutos a la fresca, en el jardinito de
la entrada. Ella quería fumar y yo compartir unos minutos de fresca noche
empurdanesa.
El cocinero del hotel, Ismael, se
nos acercó para ofrecernos unas copas. Empezamos una conversación agradable, él
de pie y nosotras sentaditas... hasta que nos pidió permiso para agarrarse una
copa también y sentarse con nosotras. En otras circunstancias, habríamos
pensado, mira el plasta éste que quiere ligar, o hacerse notar o... pero la
verdad es que una quimica de buen rollo flotó entre los tres. Nos reíamos de
todo los tres, hablamos de nuestras profesiones, gustos, momentos, compartimos
cálidos recuerdos sobre Pepe Rubianes (él con la ventaja de haber compartido
veladas de risas y buen rollo con Pepe) de Faemino y Cansado, a los cuales
conoce bien, de horóscopos, nos pusimos motes, confesamos edades y amores
pasados...
Conversaciones difíciles de
imaginar con un extraño. De hecho hasta pasadas dos horas y dos copas no nos
dijimos ni los nombres. No hacía falta. El buen rollo era el cuarto
acompañante. Las risas el hilo conductor.
Seguramente no volveremos a
vernos, no pasa nada. Pero me hizo pensar. Que las personas estamos más cerca
de lo que parece. Uno que acaba su jornada en el hotel sin ganas de dormir y
otras que vuelven de cenar sin ganas de dejar de tener como techo las estrellas
de Tamariu. Nada más, sin insinuaciones, sin acosos, sin juegos eróticos, nada
más. Sólo risas y más risas mezcladas con recuerdos y anécdotas.
Una historia, su vida, y dos más,
las nuestras, que como si de una línea cronográfica se tratara, un 27 de junio
se encontraron. Se abrieron las almas y compartieron un momento rico. Nada más.
Me hace pensar por qué no pasa esto más a menudo. Porqué cuesta tanto reírse
sin motivo con gente que no conoces. Porqué debe existir el compromiso de
volverte a ver.
Nadie debería ser extraño de
nadie. Todos estamos aqui, de paso, y el mundo lo hacemos nosotros.
Gracias al regalo de la risa y la
conversación asi porque si. Gracias a mi mente abierta, y a la de mi amiga
Gemma para desviar prejuicios y estar dispuestas a charlar por charlar con un
extraño.