Existe una canción del cantautor Pedro Guerra que habla sobre la esencia que las personas dejan en las casas, en los objetos. Y creo que es cierto. Los espacios ocupados por las personas quedan impregnados de la presencia de cada una de las que los habitaron, aunque fuera por un corto periodo de tiempo. Espacios que "huelen" a esas personas, o que no imaginamos sin sus voces o gritos.
Ayer estuve sola en casa. Mis peques y mi maridito se quedaron a dormir en casa de mis suegros, así que tuve la tarde libre. Una tarde extraña, la verdad, porque quería hacer miles de cosas y al final me dediqué a ir a mi fisio como cada jueves y a limpiar y planchar como la buena maruja que soy.... pero estaba tranquila, es sí. Con mis cosas, mi cabecita dando vueltas, mi mundo....
Pero cuando llega la noche todo cambia.... La cuna de mi bebé vacía es un escenario desolador... su olor inunda la habitación y no me la imagino de otra manera. Ese espacio es suyo. De mi niño. De mi principito. Y si no está, resulta extraño. Podria pensar que los espacios son solo eso, espacios, pero las personas los impregnamos con nuestra alma. En cada rincón.
Cuando voy a la habitación de la peque, hoy toda ordenada, sin sus multiples zapatos de princesas esparcidos por ahi, sin sus muñecas tiradas por el suelo ( a recollirrrrrrrrrrrrrr, me paso el dia gritando.....) con sus peces Zipi y Zape dando vueltas sin entender dónde se han ido los ruidos habituales que resuenan siempre en la estancia.....
Y finalmente, cuando me meto en la cama, me estiro y como no puedo apoyar mi cabeza en su pecho, no puedo oir su corazón en mi oreja, no puedo sentir su olor masculino.... me cuesta mucho conciliar el sueño. Y es que los añoro. Estoy cómoda, relajada, tranquila, pero siento su presencia en cada estancia... y los añoro. Maldita dependencia la mia, que me quita cada dia un poquito de mi libertad.... bienvenida la adicción, en mi caso....
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