Hoy recibimos en casa la visita de una muy buena amiga mia, compañera de trabajo y alma gemela: Sofia y su familia. Todo un placer como siempre. Un placer el sentirte como con la familia, sin nada que aparentar, sin importar si recogiste o no (y mira que hoy recogimos, eh?) sin pensar en nada más que en la conversación... o al menos asi fue durante tiempo. Ahora, desde hace unos añitos para mi, unos meses para ella, las conversaciones se ven entrecortadas. Unas pequeñas criaturitas nacidas de nuestras entrañas, ocupan nuestra vigilancia. Es curioso, cuando no tienes hijos, te abandonas a la corversación, intentando descifrar cada palabra, cada sílaba pronunciada por tu interlocutor. De vez en cuando, bebes lentamente de tu copa de vino, enciendes un cigarrillo si fumas, y cambias de postura en el sofá. Pero nada más.
Cuando tienes hijos, y sobretodo cuando son pequeños, la cosa cambia. Y mucho! tu casa ya no es ese lugar acogedor de velas encendidas, incienso humeante, sofas blancos y mullidos y copas de cristal de Bohemia encima de la mesa auxiliar. Tu casa se ha convertido en una prolongación de la clase de tu hijo/a. Juguetes esparramados por todos lados, babitas en la estupenda mesa de centro, huellas de deditos por todo el cristal de la TV, galletas pisoteadas sobre el parquet... en fin, lo normal.... si tienes hijos.
Si a todo esto le añades una visita que a su vez también tenga descendencia, el cuadro pasa de ser de un simple lienzo en blanco a un abanico cromático dificil de asimilar: los juguetes de tus hijos aparecen más esparramados, las babitas ya son de diferentes dueños, las huellas de deditos no sólo aparecen en el TV, y las galletas pisoteadas pueden mezclarse con algun palito de pan o patatas chips... todo se duplica, o triplica según el numero de niños.
Pero todo esto es estupendo .Sí , digo estupendo, porque tu visita viene también con su mochilita. No les importa que tu comedor no sea esa estancia chillout tan estupenda que fue antaño. No les importa que les dejes con la palabra en la boca mientras corres como loca porque tu hijo intenta escalar el mueble del comedor con los dedos llenos de aceite... no les importa que te sientes en el borde del sofá para poder salir pitando si a tu angelito se le ocurre meter sus deditos en el enchufe.. No les importa que las delicatessen que les ofrecías como piscolabis se hayan convertido en patatas chips y alargando el glamour, olivas rellenas (rápido de preparar y a gusto de niños y adultos). No les importa porque ellos viven la misma situación. Es estresante, si ,pero preciosa. Llena de vida, de risas, de complicidades.
Gracias, Sofi, Leo y Nicolás por compartir con nosotros ese ratico tan chevere, como dirían Uds.
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