Este fin de semana hemos estado de invitados en la casa que mi hermano ha alquilado por motivos de trabajo en El Pla de Sant Tirs, al ladito mismo de la Seu d'Urgell. Una casa muy acogedora, en un pueblo pequeñito, pequeñito, muy típico de la montaña del Pirineo Catalán. Y digo una casa acogedora, porque entre otras cosas (maderas cálidas, sofas confortables, una amplia cocina con su mesa redonda para hacer la tertulia mientras cocinas o incluso comes...) tenía una chimenea preciosa. A mi, por eso de ser catalana, me gusta llamarla Llar de Foc. Suena mejor y sobretodo, representa más lo que significa. Todos juntitos alrededor del fuego, "fa llar"....
Cuando mi hermano encendió esos troncos con todo el ritual que debe realizarse armoniosamente, me asaltó ese agradable sentimiento que te produce tener las mejillas calentitas y coloradas, ese olor inconfundible entre incienso y madera, ese sonido de cric y crac que parece salido de las mejores orquestas, y ese color cálido que invade toda la estancia... El fuego es mágico. Me transporta a otro mundo. Un mundo bueno. Un mundo donde lo que importan son las personas, sus conversaciones, su compañia, sus risas,... Un mundo donde compartir una buena parrillada (doy fe que cumplimos este apartado al pie de la letra....) un buen vino tinto y un espacio donde las almas se desnudan sin sentir el más mínimo frio. El fuego es mágico. Consigue sacar esa personalidad dormida que todos tenemos por las prisas del día a día, y te embarga en una pausa, que , aún llena de silencios, es capaz de hacerte pasar horas delante de él simplemente contemplandolo.....